Índice
Autora: Yolanda Cimarra Delgado. Categoría profesional: celadora

Introducción
Denominamos agresividad como un estado de inquietud en el que se está dispuesto a hacer daño a uno mismo como a los demás, poniendo en peligro la calidad de vida. Se puede expresar verbal, física o psicológicamente. Puede surgir en personas que no son capaces de expresar sus emociones, necesidades o inquietudes. Los casos han aumentado en los últimos años y están asociados a patologías psiquiátricas o personas que ante determinadas circunstancias responden con una conducta violenta, algunas veces propiciada por el abuso de alcohol y drogas.
El paciente agitado es difícil de abordar por su falta de cooperación. La orientación diagnóstica inicial es de vital importancia para descartar organicidad, ya que la gravedad puede oscilar desde la banalidad hasta el riesgo vital del paciente, del personal sanitario y de seguridad. Es una urgencia médica frecuente tanto a nivel extrahospitalario como intrahospitalario.
Objetivos
Analizar las recomendaciones generales para contribuir al manejo de la conducta agresiva en el entorno hospitalario.
Metodología
Revisión sistemática de publicaciones en revistas y libros especializados y consulta de páginas web relacionadas con el tema a través del buscador de Google Académico.
Resultados
Las principales acciones que deberían realizarse si nos encontrásemos en alguna situación así:
- Describir la identificación del problema y realizar una evaluación del paciente agresivo.
- Se incluirán recomendaciones para elegir qué intervención es la más adecuada (siempre, de la menos a la más restrictiva): cambios ambientales, desescalada verbal, tratamiento con fármacos, aislamiento y restricción físicos.
- Se explicarán las evaluaciones que tienen que aplicarse después de cada episodio para prevenir que se vuelva a producir en futuras ocasiones.
Cuando nos encontramos ante un paciente agresivo, el principal objetivo es garantizar su seguridad y la de los demás que se encuentran a su alrededor. Hay que controlar los signos vitales constantemente y asegurarse de que no se debe a causas médicas. Debemos estabilizar la situación rápidamente, evitando al máximo la necesidad de usar medidas restrictivas y si son necesarias intentar usar la menos restrictiva, lograr una alianza terapéutica con el paciente y crear un plan de acción ajustado.
Conclusión
El personal de la salud que se enfrenta frecuentemente a estos actos debe recibir formación profesional para poder manejar la situación con mayor agilidad y eficacia. Deberán estar entrenados en la evaluación y la gestión de este tipo de pacientes para ser más competentes y trabajar en equipo.